EL EMPLEO GENERADO POR LA INVERSIÓN PÚBLICA
A diferencia de lo que muchos piensan, el sector público no tiene capacidad para darle empleo a la mayoría de los venezolanos. Para el año 2003 apenas empleaba a una de cada diez personas que están en edad de trabajar. Es cierto que el Gobierno podría aumentar el número de empleos si aumentara sus niveles de inversión en obras públicas tales como: carreteras, autopistas, puertos, aeropuertos, construcciones hidráulicas y eléctricas, escuelas y viviendas, entre otras. Sin embargo, desde que Venezuela empezó a pagar el servicio de la deuda, es decir, desde que comenzó a amortizar los intereses más el capital que recibió en préstamo, han disminuido consistentemente las inversiones en obras de “infraestructura”.
La caída de la inversión pública explica en buena parte la caída del empleo y el aumento de la informalidad económica, y es la explicación, también en buena parte, del enorme grado de pobreza en que vive el país. Tal situación coincide, como hemos señalado, con dos fenómenos claramente identificables durante las dos últimas décadas del siglo pasado, en las que ocurrió una caída de las inversiones públicas originada en una disminución de los ingresos que genera el petróleo en relación con la creciente población (disminución del ingreso petrolero per cápita) y, ha ocurrido, además, la necesidad de pagar simultáneamente el servicio de la deuda pública. Ambas realidades combinadas limitan la capacidad de inversión del Gobierno y por razones que veremos posteriormente, influyen negativamente en las decisiones de inversión del sector privado, reduciendo en mayor proporción aun las inversiones que requiere el país.
FACTORES QUE DISUADEN LA INVERSIÓN EN VENEZUELA
Ni las ganancias que generan las empresas, ni los fondos que ellas mismas constituyen como reservas, ni los ahorros acumulados por las personas que habían logrado ahorrar en los años anteriores, se invirtieron totalmente en Venezuela desde el año 1983. ¿Por qué ocurre esto? Dos son las causas que se destacan con particular fuerza: en primer lugar el temor a las devaluaciones y el control de cambio y en segundo lugar la incertidumbre política.
El temor a las devaluaciones y los controles cambiarios
El temor a las devaluaciones o a los controles de cambio ha sido una de las principales causas de que la gente no invierta en el país y prefiera, en cambio, comprar dólares para no perder el poder adquisitivo de los bolívares que posee, pues si ocurriese una devaluación, el ahorrista perdería parte del valor de sus bolívares debido a que la devaluación incrementa paulatinamente el nivel promedio de los precios en el país. Por el contrario, si se convierten los bolívares en dólares con anterioridad a la devaluación, no sólo no se pierde nada, sino que se hará, en principio, una ganancia porque por cada dólar adquirido, obtendrá más bolívares de los que antes tenía. Esto explica por qué es fácil prever que al caer los ingresos petroleros el Gobierno nacional tendrá un déficit y los que tienen ahorros, presumirán que el Gobierno devaluará el bolívar para aumentar sus ingresos, pues con la devaluación venderá más caros los dólares que recibe de las petroleras y así puede mantener su nivel de gasto en bolívares; en consecuencia, antes de que el Gobierno devalúe, se desencadena una “voracidad” por comprar dólares y colocarlos a buen recaudo en el exterior. Esto se llama fuga de capitales.
El resultado es una fuerte salida de dólares al exterior efectuada tanto por los grandes empresarios y la gente adinerada del país, como por los pequeños comerciantes y ahorristas. Cuando menos, los que tienen pocos ahorros en bolívares, comprarán dólares en efectivo que guardarán en sus propias casas. Este problema, que se ha acentuado en las últimas décadas, pero que es un problema crónico de la economía venezolana, tiene tantas otras repercusiones, que en la tercera parte de este estudio, se profundizará en él y en sus efectos colaterales, así como en las vías de solución que tienen tales problemas.