IMPORTANCIA DEL ESTUDIO DE LOS VALORES HUMANOS PARA LOS PROCESOS DE DESARROLLO ECONÓMICO Y SOCIAL.
Apenas pasada la devastadora Segunda Guerra Mundial, hacia fines de los años cincuenta y primeros años del sesenta, era notoria la prosperidad de Europa y particularmente la de Alemania Occidental, por lo que se hizo muy frecuente hablar del milagro alemán. Esto dio lugar a que en el año
1961, los rusos construyeran una muralla en la dividida ciudad de Berlín para impedir que los europeos del Este, es decir, los de la ocupada Alemania Oriental, se fugasen hacia el tentador y próspero Occidente.
Por ese entonces, los estudiantes y los profesores marxistas de la Escuela de Economía de la Universidad Central de Venezuela atacaban duramente la imagen que el capitalismo había logrado con el milagro alemán. Se señalaba, curiosamente, que la prosperidad de Alemania Occidental era un “producto publicitario” financiado por los norteamericanos. Esta Alemania no desem- peñaba, en consecuencia, otro papel que el de una vitrina del capitalismo para impresionar y contrastarla con la vecina República comunista de Alemania Oriental. La prosperidad alemana no era, pues, producto del propio país, sino un esfuerzo concentrado de préstamos concedidos mediante el Plan Marshall y de cuantiosas inversiones norteamericanas. Sin proponernos hacer ahora ningún elogio del capitalismo, sí conviene a nuestro propósito evidenciar ciertos hechos relevantes a ese respecto:
En primer lugar, para los primeros años de la década de los sesenta, Venezuela había recibido más dólares por su petróleo que la destruida Alemania por el Plan Marshall. Los ingresos de dólares que percibió el Banco Central de Venezuela por petróleo totalizaron, entre 1948 y 1960, la cantidad de 12.587 millones de dólares. Mientras que del total de 14.727 millones de dólares con los que Estados Unidos ayudó a Europa a través del Plan Marshall, sólo se aportó a Alemania Occidental (a partir de 1947) la cifra de 1.473 millones de dólares en donaciones. Adicionalmente Alemania Occidental contrajo algunas deudas, las cuales pagó en fecha adelantada.
En segundo lugar, la inversión directa norteamericana en Alemania totalizó la cifra de 1.006 millones de dólares para ese período hasta 196098. Mientras que el total de la inversión bruta acumulada de Estados Unidos en Venezuela alcanzó, para ese mismo año de 1960, la cifra de 4.382 millones de dólares. Por otra parte, tanto las donaciones y los préstamos a largo plazo recibidos por Alemania, como las inversiones directas de Estados Unidos, se distribuyeron en una población mucho más numerosa que la de Venezuela. En efecto, la población de Alemania Occidental para 1960 era más de seis veces que la de Venezuela.
La conclusión a esas consideraciones es la de que en Venezuela los dólares recibidos no han tenido el mismo efecto multiplicador en la producción nacional. Ni los dólares petroleros, ni la inversión externa han producido ningún milagro venezolano. De igual manera, los dólares que han recibido los países árabes exportadores de petróleo no han causado un milagro económico allá, lo que se hace más evidente al observar que durante los años setenta, aumentaron extraordinariamente los precios y los ingresos en dólares generados por el petróleo (incluyendo Venezuela), sin que se pueda asegurar que han alcanzado o que estén en camino de alcanzar, el desarrollo autosostenido e independiente de los vaivenes del petróleo.
También se puede afirmar sin dificultad que el ingreso per cápita de Kuwait, superior al de Estados Unidos en un 63% para 1978, no ha sido garantía para que Kuwait sea un país de economía más desarrollada, por el contrario, nos impresiona por su condición de rentista pasivo. Igual cosa puede decirse de los Emiratos Árabes Unidos cuyo ingreso per cápita, en 1983, era un 69% mayor que el de los Estados Unidos.
Los hechos descritos mueven a la reflexión y sugieren que el problema del subdesarrollo no es sólo un problema de formación de capital, es decir, de acumulación de ahorros para ser invertidos en equipos, maquinaria y otros bienes que sirven para producir; ni siquiera es un problema de disponibilidad de dólares o de ayuda externa. ¿No se suscita acaso este mismo planteamiento al contrastar el éxito del Plan Marshall en Europa frente al fracaso de la Alianza para el Progreso en América Latina?
La verdad es que existe una variada capacidad para “absorber” y utilizar los dólares o el capital que los pueblos reciben a largo plazo. Esa diferencia de potencial económico entre los distintos países está, principalmente, en la “capacidad de su población” y no en la infraestructura económica ni en otros aspectos materiales.
Piénsese, por ejemplo, cuál sería el grado de desarrollo económico y social que alcanzaría Venezuela si imaginamos mudar a toda la población del país al territorio que hoy ocupan, por ejemplo, los suizos o los franceses y, a la vez, trasladásemos al territorio venezolano la población entera de esos países. Si tal cosa ocurriese, no sería difícil percatarse de que Venezuela se desarrollaría con rapidez, mientras que los territorios que podamos ocupar los venezolanos en Suiza o Francia pronto pasarían a catalogarse como los de un país subdesarrollado. Obsérvese cómo los alemanes después de la Segunda Guerra Mundial, con el 75% de sus ciudades e industrias destruidas, se recuperaron en pocos años y hoy en día son la primera potencia de Europa Occidental, mucho más prósperos que antes de la guerra. Verdad es que comenzaron su recuperación por reconstruir toda su infraestructura, pero ello fue posible con los relativamente pocos recursos de inversión que dispusieron gracias a que la gente supo y quiso hacerlo. Obsérvese que no se trata tampoco de que la raza blanca sea superior a la mestiza de nuestros pueblos. El Japón, con otra raza, se convirtió también, en una potencia mundial después de la guerra. Seguidamente otros países asiáticos que no estaban poblados por blancos, lograron igualmente ingresar al club de países desarrollados.
Por otra parte, considérese también que el cambio profundo de la estructura económica y social no es causa suficiente para el desarrollo. Entre los países de Europa Oriental persistió el mismo orden de importancia relativa de antes de la Segunda Guerra todo lo demás equivalente, en orden de importancia y medido por el ingreso promedio por habitante, Alemania Oriental encabezó la lista, seguida de los checoslovacos, húngaros, polacos, búlgaros y rumanos. Esta circunstancia evidencia el hecho de que sometidos durante más de 35 años al mismo régimen marxista no se produjo igualdad entre ellos. De modo que sólo el cambio de estructura institucional y social, aun cuando sea un cambio tan radical como aquel, no es suficiente para explicar el desarrollo.