ES IMPRESCINDIBLE TOMAR CONCIENCIA.
Muchos antivalores son percibidos como positivos. La viveza, por ejemplo, es percibida como habilidad, sagacidad, ingenio, creatividad, rapidez mental, sentido de oportunidad y otras tantas notas similares; todas encomiables. La indisciplina tampoco es vista como tal, sino como flexibilidad, tolerancia, adaptabilidad, distensión, amplitud de criterios y algunos otros adjetivos equivalentes. Por último, el locus de control externo lejos de ser percibido como la falta de iniciativa personal o del ejercicio responsable de la propia libertad, se lo ve como el derecho a “recibir” del Estado la cuota parte de la supuesta riqueza nacional que a todos pertenece.
En todo caso otros muchos perciben que tales antivalores son moralmente incorrectos pero como son parte de nuestra cultura los aceptan y los incorporan a su conducta, conformándose con esa realidad. En consecuencia, debemos concienciar a la población de que todas esas presuntas cualidades positivas con las que se enmascaran los “antivalores” no son tales, y por el contrario, hay que poner en evidencia que la viveza, el pantallerismo, la indisciplina y la falta de control interno, conspiran contra toda posibilidad de desarrollo personal y social.
L. E. Harrison en El subdesarrollo está en la mente (1987), se pregunta ¿Qué pueden hacer las sociedades para garantizar que sus valores y actitudes sean los convenientes para acelerar el progreso y sostenerlo en el tiempo? Contestaremos con sus palabras iniciales:
Al plantear esta pregunta, cruzamos la frontera del conocimiento científico. Aunque muchos sociólogos han observado y analizado el cambio cultural, muy pocos se han planteado la cuestión de cómo lo guiamos conscientemente y lo aceleramos, y, la mayoría de estos pocos han tratado la cuestión especulativa e intuitivamente. Mis propias recetas que van a continuación son, lo admito, especulativas e intuitivas (Harrison, 1987: 248).
Sin duda alguna, a pesar de los esfuerzos realizados hasta el presente, se puede discrepar acerca de cuáles son los valores que se requieren y que deben inculcarse. Sin embargo, no es difícil un consenso, en todo caso, respecto de la necesidad de divulgar y promover, de la mejor forma posible, los valores que se determinen como necesarios para el desarrollo humano en la sociedad. Es más, el problema no sólo consiste en seleccionar y concienciar a la población de los valores que son necesarios, sino, que hay que formar hábitos acordes con tales valores; el alumno puede interiorizar la conveniencia de estudiar diariamente, pero lo importante es que lo haga y forme el hábito correspondiente y esto solamente se logra mediante la promoción constante de los valores y la demostración de su ejercitación. Por eso, en lo que sigue vamos a sugerir varios de los posibles caminos que sirven para la promoción e inculcación de los valores útiles para la buena marcha de la economía y de la organización social en nuestro país, así como de los hábitos correspondientes, sin ánimo de ser exhaustivos y sin pretender agotar el tema.
CURSOS DE ORIENTACIÓN FAMILIAR PARA MAESTROS, PROFESORES,PADRES Y ALUMNOS.
Consideramos de la mayor utilidad los cursos dictados a los padres de familia y a los maestros. Conocemos a este respecto una organización sin fines de lucro de nombre Enlace (En la Comunidad Encuentro A.C.) que opera en México desde hace varios años y que ha desarrollado cursos de este tipo con éxito. Esta asociación civil, según hemos podido conocer, en el período de 1991 a 1998, había entrenado a 7.700 maestros en cursos de orientación familiar cuya duración fue de 160 horas en 36 sesiones. Esta tarea fue realizada en las barriadas marginales y tuvo un amplio radio de expansión, puesto que los participantes eran maestros que luego trasmitieron los conocimientos adquiridos a 308.000 padres de familia con influencia sobre dos millones de alumnos. Esa Asociación ha desarrollado todo un material de apoyo y diversos libros sobre la materia y aspira a alcanzar metas aún mucho más ambiciosas en el futuro.
Los cursos dictados a los padres de familia pueden ser considerados un arma realmente estratégica en la promoción de los valores, porque los padres y las madres cumplen esa función mucho mejor que la escuela, la cual sólo reforzaría y ampliaría, de una manera subsidiaria, las enseñanzas que se reciben en el hogar. El ejemplo de los padres es el mejor medio para enseñar a los hijos la manera de vivir. Si hubiera discordancia entre el hogar y la escuela, ésta tendría que multiplicar su esfuerzo, siempre en desventaja, para lograr superar las limitaciones que existan en el hogar.
Por esta razón, estimamos que los cursos para padres, aun cuando sólo logren crear conciencia de la utilidad y conveniencia de los valores, constituyen un avance, pues neutralizarían al menos en parte, la difusión de los antivalores y sembrarían la idea de los valores y su necesidad. Porestas razones queremos insistir en la necesidad de promover este tipo de formación entre los maestros, y a otras instituciones interesadas, que serían los agentes multiplicadores entre los padres para lograr la perseverancia de sus hijos en el cumplimiento de los valores elegidos.
Por otra parte, téngase en cuenta que el desarrollo de cursos para padres debe fundarse en un exacto conocimiento de la realidad de la familia venezolana, que tal como hemos visto es matricentrada. Este hecho supone aumentar las investigaciones para confirmar y ampliar los resultados conocidos y determinar la estrategia adecuada para escoger los valores apropiados en los que debe insistirse con más fuerza, así como los razonamientos o argumentaciones que justifiquen su utilidad y aplicación.
No hay duda que uno de los medios eficaces para lograr la toma de con- ciencia y la formación de hábitos de los valores son los medios de comunicación. Esta afirmación implica que habría que poner énfasis en su enseñanza y propagación entre aquellos que trabajen en los medios y particularmente, en las escuelas de “comunicación social”. También, podrían premiarse con generosidad a los que logren no sólo cumplir correctamente su misión de comunicador, sino también, por ejemplo, a aquellos libretistas de novelas que además de entretener, propagasen los valores y sus beneficiosos efectos haciéndolos encarnar en los protagonistas, al mismo tiempo que evidencian los perjuicios que originan los antivalores que se atribuyan a los villanos. Algo semejante se podría hacer con creativos de la publicidad.
Convendría que tanto el Estado venezolano como las instituciones privadas organizaran fundaciones con representantes de instituciones que gocen de prestigio nacional, para financiar a través de ellas la publicidad de los valores en los medios. Para tal fin se estima que existen medios del Estado que incurren en altos costos y tienen poca receptividad en los ciudadanos. Los fondos que anualmente se gastan en estos medios podrían ser usados para otorgar premios a quienes se distingan difundiendo los valores.
LA IMPORTANCIA DE LA FE RELIGIOSA Y SU PRÁCTICA.
Un dato que revela la encuesta realizada a 13.000 hogares venezolanos por el citado estudio de la pobreza de la UCAB, es que el 85% de los encuestados dice ser católico, mientras que el 15% restante se distribuye de la siguiente forma: un 5% son evangélicos, otro 5% son ateos, un 2% judíos y el 3% de otras religiones. La gran mayoría de los encuestados son cristianos, entre católicos y evangélicos alcanzan el 90% y si a esto le sumamos el 2% de judíos, tenemos que un 92% pertenece a dos religiones monoteístas de amplia trayectoria, mientras que apenas un 5% dice ser ateo.
Ya vimos en el capítulo precedente, cómo la religión contribuye a la promoción de los valores que sustentan el desarrollo económico y social. La fe, muy especialmente la de los credos monoteístas como el cristiano, ayuda apreciablemente al desarrollo ético personal que conduce al respeto de los derechos humanos y a la práctica de virtudes favorables al desarrollo económico y social. Por esas razones, y sobre la base de la religiosidad arraigada, consideramos no sólo útil, sino necesario y justo que en los planteles de educación pública se enseñe religión en los distintos niveles y que los representantes, o los alumnos mayores de edad, escojan los cursos de religión que deseen.
Para el caso de alumnos cuyos representantes sean ateos o agnósticos convendría que de todos modos, se les dictaran cursos que promuevan los valores humanos aunque no estén basados en la fe religiosa. Se trata de un derecho que tienen los alumnos a recibir, en todo caso, una formación humana integral, derecho de cuyo ejercicio cabal se beneficiaría enormemente al país.