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LA IMPORTANCIA DEL SECTOR INFORMAL

Según el Instituto Nacional de Estadística (I.N.E.) se considera informales a los trabajadores por cuenta propia, también a quienes son cabeza de empresas de menos de cinco empleados, excluidas las del sector servicios. Son, en general, los vendedores ambulantes, los buhoneros con puestos improvisados, los artesanos de pequeños talleres, el servicio doméstico, etc.

No es pues un hecho necesariamente negativo al que hay que prestarle atención. Informa el economista Antonio Francés que hay en Venezuela, para cuando esto escribimos, tres millones de empleados por cuenta propia y ochocientos mil microempresas que generan dos millones de empleos informales más. Este gran volumen que ha cobrado la economía informal se debe, no solo a la contracción de inversiones ocurrida en los últimos 25 años, sino a que parte del sector comercial tradicional ha sido desplazado por los buhoneros debido a la inseguridad personal reinante.

De acuerdo con el I.N.E. para el año 2004, el sector comercio se había reducido a 783.995 persona, mientras los buhoneros alcanzaban la cifra de 1.650.256 personas. Todo esto obliga, aún cuando se tenga éxito en resolver la capacitación de jóvenes y niños, a prestar la debida atención a este nutrido sector informal.

Razón de ser de la informalidad.

Varias son las razones que confluyen para explicar la informalidad. En primer lugar lo dificultoso y lento de los trámites para el registro. Estos trámites son además costosos y en no pocos casos “demandan” el pago de comisiones a los burócratas. En segundo lugar, contribuye a explicar la informalidad los llamados costos laborales en los que incurren por ley las empresas formales. Esto disuade a los pequeños emprendedores que optan, entonces, por la informalidad.

También los pequeños emprendedores tienen dificultad para acceder al mercado financiero o crediticio aún cuando sean empresas formalizadas. Por todo eso hay razones de sobra para explicar la alta informalidad.

Explorando caminos de superación

Los emprendedores no abundan en ningún estrato social, sin embargo, los que surgen en el sector informal están en franca desventaja con respecto a los de otros sectores, donde es mayor el nivel educativo y la pertenencia a redes sociales amplias (capital social) lo que facilita la relación con proveedores, el acceso al financiamiento y las asociaciones empresariales.

Una vía para superar este escoyo es brindar apoyo técnico, asesoramiento; de modo que estos emprendedores informales puedan superarse y consolidarse. Otra gran vía de apoyo a los microempresarios consiste en abrirles acceso al crédito mediante bancos dedicados a los microcréditos. En esta línea la experiencia realizada por el doctor Muhamad Yunes, de Bangladesh, es digna de emulación. Este distinguido profesor universitario, inició, por su cuenta, un programa de pequeños créditos a mujeres emprendedoras, que dio lugar a un efecto multiplicador de tal magnitud que pronto se convirtió en un banco especializado con millones de clientes de las clases más populares.

El banco del profesor Yunes, es autosostenible, no depende de subsidios ni privados ni públicos. Ello se debe a que cobra tasas de interés altas –menos que las de los usureros- que los pobres pueden pagar, ya que con los créditos acceden a mayores ganancias. El banco comenzó prestando a microempresarios ya exitosos, con el fin de que ampliaran su producción y su capacidad de crear empleos. Luego, para simplificar la contabilidad, se crearon grupos de prestatarios con el fin de que fueran solidariamente responsables todos de los créditos de cada uno. Esto ha permitido altísimas tasas de retorno.

En Venezuela hay varias instituciones más o menos inspiradas en la experiencia de Bangladesh. Una de ellas es “Bangente”. Sin duda el impacto que puede tener esta actividad en la pobreza y en la economía, está en función del volumen de colocaciones.

En la línea de superar la informalidad, algunos han señalado (Hernando de Soto) que la inversión hecha por los pobres en la construcción de sus viviendas es cuantiosa, de modo que si se les legalizara la propiedad del suelo, podrían acceder a créditos hipotecarios con los cuales invertir en negocios diversos, tal como hacen los estadounidenses cuando ya han pagado las hipotecas de adquisición de sus casas. Otros opinan que tal cosa es una quimera, ya que ningún banco otorgaría un préstamo con garantía en una vivienda de sectores informales.

Formación y apoyo al micro empresario.

Hay que propiciar por todos los medios que surjan cada vez más personas con la disposición de emprender su propio negocio. Pero hay que brindarles “facilidades” para que efectivamente desarrollen lo emprendido. El apoyo crediticio es fundamental, pero además, la asistencia técnica para mejorar el producto, formación empresarial, servicios de consultoría, etc.

También, en otro orden, es preciso facilitar los trámites (permiseria) como, por ejemplo, con la llamada “taquilla única”. El fomento y apoyo a las microempresas está asociado a la generación de empleos, pero de empleos también informales con salarios inferiores a los mínimos legales y sin prestaciones sociales. En consecuencia, un régimen laboral especial para ellos es conveniente, de modo que para estos trabajadores, el Estado asuma la carga de su seguridad social hasta tanto la microempresa se desarrolle y formalice.

Para el segmento comercial del sector informal, en el que se desempeñan la mayoría de los trabajadores informales, conviene una política que contemple el asentamiento ordenado de esta actividad. Si a estos comerciantes se les exoneraran todos los impuestos a cambio de que paguen el canon de arrendamiento de locales construidos al efecto, generarían una “renta de retorno” suficiente para reembolsar las inversiones hechas en la construcción de los locales y los gastos de administración y mantenimiento.

Ahora bien, el éxito de cualquier política a este respecto, está asociado a una política de “ordenamiento urbano” que erradique la anarquía en el comercio callejero. Esto es indispensable no solo para mejorar la calidad de vida y el ornato urbano, sino para asegurar el éxito de los nuevos asentamientos, los cuales no operarían con buenos resultados si continuase el desorden actual.