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Es un lugar común de aceptación general entre los economistas, afirmar que si hay crecimiento económico habrá como consecuencia de ello, más empleo y mayor prosperidad. Cuando los economistas hablan de “crecimiento económico” significa que aumenta la producción nacional debido a que se invierte dinero en la creación de nuevas empresas o se expanden las existentes. Eso supone que para que se produzca ese aumento de producción será nece- sario contratar más trabajadores, amén de la mayor inversión en capital.

De esa manera, los trabajadores desempleados que no contaban con ningún ingreso y tenían que vivir de préstamos o de la ayuda de parientes y amigos, más aquellos otros trabajadores que sobrevivían en el sector informal por salarios muy bajos, encontrarán un trabajo mejor remunerado para salir de la pobreza. En consecuencia, el crecimiento económico, que se suele expresar como el porcentaje en el que aumenta anualmente la producción nacional total, es la clave para resolver el problema del desempleo. Sin embargo, conviene examinar con detenimiento esta conclusión.

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En primer lugar, obsérvese que no se ha afirmado que el aumento de la producción implique un aumento de los salarios, sino que lo que se sostiene es que se abren nuevas fuentes de empleo y disminuyen los desocupados. Ahora bien, si partimos de la premisa de que existe abundante mano de obra no calificada, desocupada o subempleada entre los pobres, el aumento de la producción, muy probablemente, no será capaz de absorber a la totalidad de los desocupados o subempleados, puesto que son sumamente numerosos, por lo tanto, el crecimiento económico sólo ayudaría a proporcionar empleo, pero no a mejorar los salarios.

Estos sólo aumentarán en aquellos sectores en los que los trabajadores sean escasos y esto ocurre, preferentemente, entre los trabajadores calificados, los profesionales y los de la alta gerencia.

En segundo lugar, el crecimiento de la producción del país (PTB) a un ritmo alto, del 5, 6 o 7% anual, no significa necesariamente que los ingresos que se obtienen de la colocación de esa producción en el mercado, se repartirán por igual entre todos los habitantes del país. Tal como hemos señalado, los trabajadores que sean más escasos en sus respectivos oficios recibirán remuneraciones más altas y aumentarán su salario; pero, en cambio, los trabajadores no calificados, por el hecho de que abundan mucho, sus salarios tenderán a permanecer inalterados. De esta última conclusión habría que excluir a los trabajadores no calificados en cuyas empresas se hayan suscrito contratos colectivos que aumenten automáticamente los salarios cada tanto tiempo. Pero estos trabajadores sindicalizados, empleados en el sector formal de la economía, obviamente son los menos.

Por otra parte, los productos que se venden fácilmente cuando aumenta su demanda, aumentarán también de precio, con lo cual, sus fabricantes y las empresas que los distribuyen, verán incrementados sus ingresos y sus ganancias. En consecuencia, no son sólo los trabajadores calificados los que se benefician de más empleos y mejores salarios, sino que también los empresarios que producen los bienes y servicios que ahora tendrán mayor demanda, recibirán mayores ganancias. Por lo tanto, cuando la economía está creciendo a un buen ritmo y el ingreso por habitante (per cápita) está creciendo igualmente, la distribución de los ingresos, muy probablemente no será equitativa, pues, se trata de un incremento promedio que puede esconder un agravamiento de las desigualdades económicas.

De acuerdo con toda la información relativa al crecimiento en la última década del siglo XX, las desigualdades aumentaron a pesar de que hubo un incremento real en la producción total. El crecimiento experimentado no se distribuyó equitativamente porque ofrece empleos, pero no necesariamente mejora los salarios en los sectores de trabajadores no calificados o poco calificados, con lo cual no reduce la pobreza ni siquiera en lo relativo al ingreso.