Descargar Capitulo VII
LA FALTA DE ORGANIZACIÓN SOCIAL EN LOS BARRIOS

Existe la creencia generalizada de que los pobladores de los barrios marginales son gente que suele estar unida y que se ayudan unos a otros. Se cree que en los barrios se practica una vida solidaria que los lleva a organizarse para atender las necesidades comunes.

Sin embargo, la realidad es muy distinta, pues si bien es verdad que la necesidad hace que pequeños grupos de vecinos se ayuden entre sí, y que en situaciones de grandes emergencias, surjan casos de solidaridad y de organización espontánea para enfrentar las crisis, lo cierto es que no hay nada más lejos de la realidad que imaginarse a un barrio marginal como una colectividad organizada. Es más, la organización y cooperación que surgen cuando se ven afectados por problemas urgentes, se deshace una vez pasado el problema, y cuando éstas perduran sin solución, la incipiente organización desaparece, teniendo cada quien que afrontar el problema individualmente.

De acuerdo con las investigaciones de campo efectuadas en barriadas marginales, el habitante de los barrios únicamente se vincula a un pequeño núcleo de familias cuyo promedio oscila entre dos y seis. De modo que el espíritu de solidaridad y el ejercicio de la vida social es muy limitado, lo que tiene por resultado que el poblador marginal no se sienta integrado al barrio, sino, a ese pequeño grupo de amistades o de familias a las que pertenece. Con frecuencia, el resto del barrio es para él un territorio hostil y peligroso.

Por otra parte, las organizaciones que se establecen en los barrios como consecuencia de la acción de funcionarios o agentes externos, como fundaciones privadas o entidades oficiales, duran sólo mientras tales agentes externos se ocupan de ellas. Éste ha sido el caso frecuente de muchas iniciativas delos movimientos inspirados en la ideología del Desarrollo de la Comunidad o de la Promoción Popular.

En cuanto a urbanismo se refiere, todos sabemos que las barriadas han sido construidas al margen de las leyes y de las autoridades competentes. En ellas no se han ordenado las construcciones respetando las áreas destinadas al tránsito, ni las destinadas a las actividades recreativas, a la escuela o los servicios en general. Los proyectos de construcción de las viviendas no fueron sometidos al examen previo de las autoridades de ingeniería municipal, ni existe la certidumbre de que las edificaciones de varios pisos que se han hecho en algunas barriadas latinoamericanas sean resistentes y seguras; pues cada quien construye como quiere y donde quiere, lo que se traduce en un completo desorden.

En un barrio marginal es frecuente que la basura se amontone en cual quier sitio, y que el agua de las cloacas corra por las veredas y vías de paso. Las drogas circulan con mayor libertad y el respeto a la persona y al transeúnte es muy limitado. Las barriadas marginales tampoco han sido organizadas por los gobiernos. En principio, los barrios forman parte de las ciudades y, por lo tanto, están sujetos a las leyes y a las ordenanzas de los Concejos Municipales. Los servicios públicos que deben prestarles son los mismos que se tienen para toda la ciudad: policía, aseo urbano, teléfonos, agua, luz, salud, educación, deporte, transporte, etc. Sin embargo, una de las razones por las que a tales barrios se les llama “marginales”, es precisamente porque están al margen del uso de tales servicios, al menos de una manera satisfactoria.

En resumen, en las barriadas no hay verdadera vida comunal ni urbana, sino, que más bien, están excluidos, de la organización social de la que deben formar parte. Para apreciar mejor lo que esto significa, consideremos que hay barrios marginales en Caracas cuya población es mayor que la de algunos estados, como el estado Cojedes. Sin embargo, éste cuenta con una Gobernación, un sistema tribunalicio, unidades hospitalarias, educativas y de toda índole, que han establecido los órganos y ministerios del poder central del país; además, está organizado en seis municipios, cada uno de ellos con su policía y demás servicios comunales. En cambio, en los populosos barrios urbanos no hay ni un indicio de tal ordenamiento, sino, que están sometidos a bandas de jóvenes delincuentes que ejercen el control de la comunidad. En los barrios no sólo están marginados de la vida civilizada, sino que viven sometidos a la ley del más fuerte.

LA INSEGURIDAD PERSONAL, EL MAYOR PROBLEMA DEL BARRIO

Dada la altísima incidencia de delitos contra las personas, surge como primera necesidad la de organizarse para defenderse de esa amenaza, por lo cual, conviene “sectorizar” los grandes barrios en segmentos territorial- mente menores en los cuales quepa la posibilidad de que los pobladores se conozcan entre sí, y conozcan quiénes son los “malandros” y traficantes de drogas del lugar, con lo cual, podría aplicarse una solución semejante a la que aplicaron los pobladores del lejano oeste norteamericano en el siglo XIX. En aquel ambiente, para protegerse y alejar a los malhechores, los habitantes de cada uno de esos poblados, escogían y le pagaban un salario a un hombre a quien nombraban jefe de policía (Sheriff ), quien a su vez, escogía a sus colaboradores. Sin duda, no es necesario copiar íntegramente este modelo, pero es útil tomar de él algunos de sus elementos. El primero es que sean los mismos pobladores de los barrios quienes escojan o seleccionen a sus comisarios, sus alguaciles o jefes de policía de entre ellos mismos. De este modo, es probable que al ser escogidas las personas y sus ayudantes dentro de la gente del lugar, aun cuando no sean los más ejemplares, sí deberán ser de los más idóneos para tal labor.

El hecho de que los policías designados sean vecinos del mismo barrio es importante, no sólo porque conocerán a los delincuentes y traficantes de drogas del lugar, sino porque estarán directamente comprometidos con sus propias familias, vecinos y amigos en lograr que los malhechores se alejen de su sector. Deberán contar para ello con la cooperación de los cuerpos actuales de policía municipal y nacional. Estos cuerpos, no sólo pueden contribuir proporcionando el entrenamiento básico a los policías designados por los vecinos, sino, que también pueden cooperar con los policías y con los vecinos en todo lo que sea necesario. Tal sería el caso, si los policías del barrio se asociaran con los malhechores, abusaran de su poder y se erigiesen en autoridad permanente a pesar del deseo de removerlos que tengan los habitantes del barrio. De modo que cuando el barrio pierda el control de su policía, pueda contar con el apoyo e intervención de los cuerpos de seguridad del Estado.

Para facilitar este objetivo es conveniente crear “asociaciones o juntas de vecinos” de un mismo barrio o parroquia. Estas asociaciones estarán dirigidas por representantes de las mismas. Si la policía del barrio mantiene un registro de los malhechores o de los sospechosos de serlo en su territorio, podrá ofrecer la información que las otras asociaciones de vecinos le requieran y también a los cuerpos centrales de seguridad del Estado. Estos mismos cuerpos estarían igualmente en capacidad de informar a los policías de cualquier barrio sobre los antecedentes de cualquier recién llegado. La automatización del servicio sería ideal para agilizar la cooperación y la información.

A este plan se le ha objetado, que si los actuales cuerpos de policía no funcionan bien, menos lo harían los policías vecinales. Si la policía actual es corrupta, también lo será la de los barrios marginales y la delincuencia, en vez de decrecer, aumentaría.

En cambio si el policía es nombrado y puede ser removido, por una junta de vecinos que agrupa unas 200 o 300 familias, en donde todos tienen la posibilidad de conocerse, pronto se correrá el rumor de lo sucedido entre los pocos habitantes agrupados en la junta de vecinos. La víctima podrá denunciar el caso a la junta o posiblemente, tendrá a un familiar o amigo que conozca alguno de confianza en la junta y el policía sería removido o, por lo menos, se comenzaría a desconfiar de él. Si el hecho se repitiese, las protestas aumentarían y lo probable es que fuese despedido. Para asegurar que así sea, es necesario que la junta de vecinos haya sido elegida democráticamente. Si las autoridades municipales garantizan con el uso de la fuerza pública, la elección sin fraudes de las juntas de vecinos, en forma democrática y mediante el voto secreto, el sistema tendrá fuerza para ejercer el control sobre las policías del barrio.

El plan propuesto es también perfectamente aplicable en las áreas no marginales y en aquellas en que habita aproximadamente la otra mitad de la población. Además, este otro sector de la población tiene la capacidad de autofinanciarse, al menos parcialmente, los costos de los servicios que requieren, aunque deben enfrentar el problema de contar con las suficientes contribuciones voluntarias. Por eso es preciso facultar a las juntas de vecinos para que las impongan obligatoriamente.